En cualquier país el olvido y la memoria son fundamentales, por eso la postura de Jacques Lecomte resulta muy útil. Ésta plantea que la Resiliencia se hace en parte con una dialéctica entre la memoria y del olvido. Así se pueden presentar tanto como factores de adversidad o como factores de Resiliencia, con un buen uso y un mal uso de ambos
Los factores de adversidad o riesgo serían:
EL MAL USO:
DE LA MEMORIA: “alimentar la amargura y la sed de venganza”: lamentablemente existen numerosos ejemplos de hombres que utilizaron en demasía la memoria y sobredimensionaron hechos reales que sí existieron, pero que no justificaban para nada sus posteriores acciones.
DEL OLVIDO: “negar la realidad dolorosa o la responsabilidad propia”: es una represión y una negación, un rechazo en el inconsciente de realidades difíciles de aceptar. No es el caso del trastorno del estrés post-traumático o agudo donde sí el mecanismo de defensa es útil. Cuánto más se reprima el pasado más puede dejar una huella en la existencia.
Como factores de Resiliencia serían:
EL BUEN USO:
DE LA MEMORIA: “entender el pasado para no reproducirlo”: preguntarse por los hechos sufridos, analizarlos para modificar nuestra conducta hoy. Es el gran interrogante: ¿todos los hijos de padres violentos serán padres violentos?, por ejemplo. No siempre. Aquí sirve citar a Sartre, tal como lo hace Lecomte:
“Lo importante no es lo que hagan de nosotros, sino lo que hagamos nosotros de lo que hicieron de nosotros.”
DEL OLVIDO: “apartar los recuerdos dolorosos”: no es un olvido completo, es alejar aquellos hechos cuya evocación es más traumática que formativa, no dejar que invadan la vida psicológica: que se mantengan ubicados en el psiquismo listos para manifestarse si la persona así lo necesita. O sea tener un acceso al pasado soportando el dolor y la tristeza para convertirlos en fuente de fortaleza.
(El trabajo de la historia y la memoria, refuerzan el sentimiento de pertenencia y la identidad. La existencia de una institución que muestre y que narre el pasado, trayendo al presente sus valores para perpetuarlos en las nuevas generaciones, crea un espacio que fomenta resiliencia, un espacio resiliente.)
(La memoria, especialmente la memoria afectiva, se mantiene en uno mismo pero se puede transmitir con relatos, fotos, cuentos, museos… y permite construir la identidad individual y también la colectiva.)
(Las dictaduras conspiran en contra del trabajo de la memoria, fomentan el aislamiento y tratan de eliminar el pensamiento crítico.)
“Los pueblos pueden ser gente que vive cerca o una comunidad. La diferencia está en compartir un mismo pasado, un mismo futuro, un mismo entorno, similares códigos. Una misma identidad, construida con memoriay conciencia colectiva de un destino. Un pueblo es la gente que vive y que vivió en un lugar: las plazas reflejan a sus constructores y a quienes pasearon por ellas, y al sentarse a disfrutarlas –no lo duden- están entablando un diálogo amistoso con ellos y con sueños lejanos a través de las generaciones.”
Museos del Desierto, Revista de historia Regional Año 2, Ed. Nro. 5.
Simpson, M. G. (2010). Resiliencia Sociocultural, del Yo puedo al Nosotros podemos. Buenos Aires: Ed. Bonum.
Entonces, el reconstruir la memoria y el reflexionar sobre ella permiten consolidar una base de conocimiento para explicar y comprender el presente, desde el cual hay que trabajar planteando objetivos, diseñando estrategias y llevándolas a cabo. Y desde allí hay que avanzar: desde el pasado o desde las adversidades, para iniciar este proceso de resiliencia.
Simpson, M. G. (2014). 11claves para generar resiliencia. Buenos Aires: Ed. Bonum.
¿La memoria es un puente que nos invita a pasar? ¿El olvido le pone telarañas a la señales que indican por dónde seguir?
[1] Lecomte, J., “El buen uso de la memoria y del olvido”, en Manciaux, M.
(comp.), “La Resiliencia :
resistir y rehacerse”, Ed Gedisa, Barcelona, España, 1ra. ed., 2003. Pág. 204.
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