Hablar de la humanidad, es hablar de seres individuales, personales, únicos, pero a la vez de seres que solos no son, no pueden... solos no están, ni hacen.
Desde el punto cero de una vida, hay un otro; no hay existencia sin esos otros y con el correr del tiempo esas otras existencias se van entrelazando en las biografías, con diferentes roles, desde distintos lugares. A medida que el tiempo pasa, esos círculos concéntricos de relaciones se van ampliando y replicando, y aparecen las redes vinculares que sostienen y colaboran para encontrar el sentido social de esa existencia.
Pero no sólo nos relacionamos con pares humanos: tenemos y precisamos de otros personajes en esta obra de teatro. Hay otros seres no humanos que viven y conviven con nosotros, que nos afectan, nos modulan y con los que interactúamos constantemente, aunque no nos demos cuenta.
Esta puesta en escena también implica un escenario, un telón, un teatro, una platea, un espacio, un lugar... un ambiente. Somos seres psicológicos y espirituales, pero también físicos y precisamos la conexión material con lo que nos rodea. El escenario también nos impacta y con él nos relacionamos e interactuamos.
Y ya, después de un largo devenir de desarrollos de saber, científicos y tecnológicos, descubrimos, sufrimos y comenzamos a asumir que nuestras conductas humanas impactaron, impactan e impactarán en todo ese entretejido, en ese ecosistema del cual ya no podemos escindirnos, por su importancia y por la urgencia con la que se manifiesta. Todo lo hecho, lo olvidado, lo minimizado, lo ignorado se vuelve hacia nuestras caras y nos abofetea con noticias, con eventos, con hechos que nos despiertan, nos conmueven y nos afectan, como siempre fue, sólo que no nos dábamos cuenta.
Diagnósticos, mediciones, pruebas, comprobaciones, conclusiones... ya son categóricas: la humanidad hizo mucho, hicimos mucho... impactamos con lo que hacemos ahora. Por lo que desde tiempo atrás, desarrollamos teorías, saberes y haceres para explicarlo, para remediarlo, para mejorarlo o simplemente para minimizar el efecto en el nivel concreto y material. Pero a la vez, para encontrar remedio en lo psicológico y espiritual, en esa esfera sutil de nuestra existencia, porque somos más que individuos físicos y sociales, nuestra dimensión trascendental también implica necesidades y urgencias.
Por eso, como siempre, precisamos resiliar en lo personal, en lo familiar, en lo grupal, en lo comunitario y en lo sociocultural, pero, hoy más que nunca, en todos esos niveles juntos y conjugados con el escenario ambiental. Por lo tanto, ahí toma forma la #ResilienciaEcosistémica. Desde ella, resiliar es tener la posibilidad de evolucionar, en una interacción dinámica con otros, de crecer y transformarse en lo personal y en lo sociocultural en contextos complejos.
Para lo cual es preciso abordar a la realidad y a su complejidad, con pensamiento crítico para gestar cambios posibles y poder iniciar un proceso de co-construcción de resiliencia, investigando en los recursos individuales, co-desarrollar promotores personales de resiliencia y co-transformar socioculturalmente dicha realidad con los otros, para re-evolucionar, o sea evolucionar resilientemente, siempre teniendo en cuenta consciente y consecuentemente al ambiente, para no dañarnos más y remediar lo que ya se hizo.Hay causas urgentes, hay razones ineludibles. Es hora de no negar más, es tiempo de hacer con otros colaborativamente.
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