Tapiz. Annie Stein.
https://www.youtube.com/watch?v=zdt_utSKWu4
Si supiera coser, bordar, tejer,
entrelazar telas o hebras de distintas texturas
buscaría en lugar de esta hoja, una sábana de algodón.
Lienzo gastado, zurcido, lo teñiría de colores...
algún sector verde fuerte o del color de las casuarinas
otro de un celeste muy pálido, lila mejor
con tintura de flores de jacaranda.
En el centro de ese lienzo deslizaría en verticales
un pincel cargado de pintura púrpura,
que quede con relieve cada trazo
que chorreen,
sobresalgan de la suave superficie
algunas partes de la tela, no muchas, sin pintura.
Se podría pensar que son manchas, pero no...
es lo mismo una mancha que una zona a la que el pigmento
o algo o alguien no llegó.
Hay que tratar con cuidado esos espacios
dejar que se acomoden, sé que a veces los vacíos
toman forma cuando el alrededor está poblado,
como las medias o algún guante sedoso o áspero,
moldean los abismos que alguna ausencia pudo haber dejado.
En el costado derecho de la tela, filas de botones,
paralelas y cercanas como puntos suspensivos...
podría ser que alguna fila continuara
más allá del vértice inferior en una
intersección hacia el borde del paño.
Botones de camisa, de vestido, botones de pasta, de madera,
de bronce en chaqueta de gala...
también ese color verde turquesa
con un lado despejado que habrá sido de un solero de gross
y botones de saquito de bebé esos que son como pastillas,
serían de color amarillo patito
para bebés que podrían aún no haber nacido...
rastro del tiempo en que no había ecografías
y se tejía en blanco o amarillo.
Junto a la fila de botones, un resto de lana
de la que llaman nube esponjosa y mullida,
para hacer ese ovillo tan pequeño,
hay que tomar la lana y enrollarla en cuatro dedos,
exceptuando el pulgar de una mano...
si queda una colita de la lana se hace con ella un nudo
alrededor de lo que parecería una cinta de Moebius
o un símbolo infinito...
así se guarda con una tarjeta de cartulina indicando cuánto...
15 gramos...
adecuado para recordar que hubo y habrá manos,
esperando hijos, nietos, sobrinos.
Un sin tiempo expansivo y condensado en un resto de lana.
Como quisiera que no fuera necesario en la fila de botones
agregar algunos rotos o partidos.
Sin puente que sirviera para pasar el hilo y sostener
Como quisiera que no fuera necesario
incluir lágrimas colgadas de alfileres de gancho...
sería incompleta si no hubiera además
alguna formas ovoides como bocas abiertas en un grito.
Hace falta que deje aquí aclarado que a veces gritamos sin un gesto,
o al desnudarnos bajo el agua de una ducha, enmudecidas.
Serían agujeros en el lienzo...
Me gustaría aplicarle plumetí, organza, tul... de trama muy abierta
o un trozo de cáñamo...
que queden cubiertos, pero traslúcidos.
Alguien habrá seguramente que pueda comprender qué significan los hilados.
Hubo un tiempo en que me hubiera sido necesario señalar que quede claro,
quiénes de mí fueron nacidos.
De algún modo, apartarlos de la fila de botones.
Parecería que ahora no, hoy, es adecuado que allí estén ellos
entre tantos como entre tantas pude encontrarme también yo.
Lo que sí me gustaría es conseguir algún hilo invisible imperceptible,
no un hilo elástico... uno de perfume si lo hubiera
para ser un hilván flojo donde sea.
Podría tener cerca el aroma de la abuela.
Será bueno recordar que el método de enrollado, sirve también para avisar.
Piolines de esos blancos con los que se anudaba la caja de la pizza,
los que no deben faltar en el primer cajón de la cocina,
junto junto alguna hoja de papel madera o blanco
tan útiles para poner el pan rallado
cuando se hacen milanesas
o dejar caer la harina tamizada en forma de volcán...
o el hilo sisal, ese ya no se usa tanto.
Pero ojalá quede algo
de cuando el zapatero empaquetaba los zapatos renovados, media suela y taco.
Algún aviso de esos, si los podría colgar
tal vez del margen inferior derecho,
sugerir un lugar al que los botones.
Podrían llegar sobre la mitad izquierda del gran paño,
una a continuación de la otra, cinta al bies, pies cinta de gross, de terciopelo...
seda falletina, cinta hilera o alargada...
algún resto de ese galón, zig zag color azul del delantal cuadriculado...
entredos o broderías...
formarían un laberinto que debe tener al menos una salida.
Podría haber también algún resto de
cinta de máquina de escribir de dos colores negro y rojo,
entremezcladas con las cintas,
hebras colgando de seda fina, de té azafrán,
tabaco, cabellos de Ángel...
algunas de madera muy flexible que no se quiebre,
aunque la doble con fuerza...
hebras de yute, cabos de amarre
y por delante sin taparlo, pero de modo de dejar de lado el entramado,
podría extender alguna o varias muselinas.
No haría falta bordar las instrucciones.
Buscar la salida, la buscamos, la busqué...
aún sin darnos cuenta o sin lograrlo.
Podría ser que hubiera en uno o varios corredores de ese laberinto
telas de araña.
Una tela de araña se crea para atrapar y
que la tejedora sin esfuerzo vacíe, lo atrapado de todo contenido,
hasta que sólo queden cáscaras.
Se vale de una clase de veneno que paraliza la víctima.
Hay muchas telas donde quedar atrapado
o muchos procederes que paralizan con el tiempo o con la lluvia...
la tela pierde sus propiedades adhesivas,
el tejido queda inservible y puede ser que
gotas de agua queden adheridas a los hilos de seda espiralados...
puede ser que las hebras o los cabos
sean las lianas de las que podamos sujetarnos antes de pegar el salto.
Me detengo en este punto,
veo, veo que hay en esta página un bosquejo de tapiz,
al verlo presiento que sería mejor en lugar de un laberinto,
disponer de más de uno.
Es que a veces encontramos la salida y
la marcha recomienza algunas veces,
en un lugar menos intrincado...
algunas veces en otro sin respaldo...
sería como un tren de laberintos,
pasaríamos de vagones,
cambiaría el paisaje alrededor.
Podría ser que recorramos alguno de la mano de un otro,
que al pasar de laberinto, liberamos...
o que no sea de la mano el recorrido, todo lo contrario.
Buscaría bordar hilo de anhelo o de quimera,
esas palabras que se atropellan en mi cara
arbitrariedad, envidia, exceso,
aprovecharse, maltrato...
Como una ola inagotable están,
a pesar de que quisiera que se acaben.
De lado a lado atravesaría este tapiz imaginario,
con el galón bordado,
aguardaría el estrépito sonoro del derrumbe de tantos laberintos ocupados,
con tanto, tantas, tantos, que quedan atrapados,
que más que hacer que intentar tenderles una mano.
Por eso en el tapiz habría golondrinas,
lo encuentro necesario.
Aunque sea esa vez,
lo máximo que he logrado en el dibujo de pájaros...
una bandada ondulante en el vértice superior derecho...
algunas volarían por fuera de la de la otra,
sembrarían en ese cielo verde la cadencia de su canto,
el color verde de la tela está por allí arriba.
Podrían nutrirse entre los pliegues con perfume de los cipreses en otoño,
espuma del océano, cenizas o rumor de arroyos y aire seco
dejarían sus huellas aperladas en la arena.
En el exacto centro sobre las pinceladas rojas,
quisiera disponer varios círculos concéntricos
de botones blancos y antiguos,
los podría coser con hilo de color azul...
usaría las seis hebras
y aún no me decido si punto cadeneta o punto tallo.
El bordado sería como rulos,
podría enroscarse al laberinto,
abrazaría aves, agujeros...
podría servir también de puente entre
las telas de araña y los pájaros.
Me gustaría que el lienzo en su contorno tuviera ojales,
buscaría lanas lana rosa de angora, lana cobre oscuro, beige, roja,
verde, azul eléctrico, de oveja, de llama teñida y de colores naturales,
hasta de cachemir de vicuña, si es que encuentro,
bien hiladas...
algunas, otras que parezcan vellones recién esquilados,
serían esferas perfectas,
parecerían bolas de nieve o adornos navideños,
Para hacer esos ovillos hace falta
contar con dos manos extendidas en el aire paralelas,
si esto no fuera posible se puede hacer,
con el respaldo de dos sillas...
no... ninguna silla puede reemplazar dos brazos extendidos...
Haría un hueco en el suelo y lo dejaría allí un par de meses,
que la tierra se ocupe de cambiar los colores,
que conforme otras trazas,
deje su huella dibujada... lo transforme, lo envejezca.
Recién pasado el tiempo, con el lienzo bajo el brazo y las lanas,
caminaría por la sierra, extendería el lienzo entre espinillos,
encendería abanicos en las ramas,
aún en la quietud que ondule...
aprovecharía el instante para aplicar un bolsillo de fuelle,
dejar caer dentro un libro de poemas,
semillas de olmo, empanaditas bordadas de seda
dijo alguien una vez al escuchar que las nombré, de hojaldre.
No guardaría un Cóndor, solo su vuelo
y el brillo de la mica.
El extremo de alguno de los ovillos lo pasaría por los ojales del tapiz
y desde allí que el resto de lana cuelgue...
no todas las lanas por los mismos ojales,
ni todos los ojales con las mismas lanas.
Es el modo que encuentro en mi ignorancia
para dar una idea de sin límite,
crearía espirales, quedarían entrecruzadas...
tal vez el viento o el transcurso de los días
los irán desovillando...
recién en ese momento decidiría si vuelvo a hacer ovillos
con las lanas o si las dejo así desenrolladas...
De distintas direcciones llegarían mujeres completamente nuevas vestidas
con una malla del color de la piel,
vistas desde lejos parecerían desnudas...
18, 30, 45, 53, 71... no importa cuántas,
no importa las edades...
sería una invitación a algún remanso,
replegar el tiempo, hacerlo uno indivisible, amado...
enroscarse en alambre, indagar en espejos.
Atolondrada alguna, podría confundirse o
buscar envuelta en los alambres, agarrotada, entumecida,
con sellos en la mano bajo la lluvia,
antes esconderse, separarse, juntarse...
si hubiera barro podrían patinar,
se cubrirían con tela, la extenderían,
en alguna detención, podrían contemplarla,
con lo que encuentren, jugar...
alguna podría llevar entre sus manos mariposas y una luciérnaga de tul,
después de danzar hasta cansarse,
se dejarían envolver por los reflejos, las luces y las sombras,
como un fruto partido en dos mitades, una cáscara en desuso...
quedarían los restos del alambre en un costado.
Entonces lo llenaría de lana, con nudos, primigenia.
Si ya hubiera llegado a los 70 para el momento de extender este tapiz,
él estaría cerca...
hay unos hilos que sostienen mi quehacer con su mirada.
Aunque cerca en ese tiempo fuera muchos kilómetros de distancia
estaría aprendiendo me parece, cómo es vivir de esa manera...
entre los dos, podríamos colocarlo desde el centro,
me gustaría deslizarnos por debajo, la luz reverbera en los botones
en un escenario que podría ser cualquiera...
confundirnos con el sonido de los chelos,
permanecer, verter el aroma del bordado en la raíz del espinillo,
en el aire quedaría trémolo, el perfume del tapiz.
(Transcripción personal)
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