LA FAMILA R.
La señora R sentía que no podía más, su cuerpo ya estaba agotado y su cabeza no paraba de pensar. Todas las soluciones que se le ocurrían o se daba cuenta, al repensarlas, que no servían para nada o no resultaban al ponerlas en práctica. Sabía que había buscado ayuda en distintos ámbitos y con distintas personas, pero también sabía cómo le había ido: mal. Sentía que no podía enfrentar la situación que vivía y que cuando intentaba hacerlo lo hacía de una forma equivocada. Menos aún iba a pensar en sobreponerse a la realidad y la posibilidad de salir fortalecida o transformada de ella era inimaginable.
Al señor R tampoco la vida le sonreía, o mejor dicho él no podía sonreírle a la vida, o las dos cosas al mismo tiempo. Contrariamente a su esposa sentía que su mente no podía ponerse en funcionamiento, su cuerpo tenía fuerzas pero que se manifestaban con bronca y violencia. No podía siquiera pensar en sus problemas, que ya no eran uno sólo sino una maraña de dificultades, que no lograba ni siquiera separar ni identificar.
Así tal como estaban no podían dialogar, comunicarse el uno con el otro. Y además sentían que la situación era invariable e inmanejable. Hubieran deseado que de una forma mágica alguien les indicara qué debían hacer o que les administrara el remedio adecuado para curarlos. Estas visiones eran compartidas. Así iniciaron un viaje en auto hacia la costa desolada en pleno junio.
Pero ¿qué les pasaba? ¿cuáles eran las dificultades que enfrentaban?
La señora R venía de una familia tipo de clase media, que con cierta dificultad le había podido solventar su carrera: profesorado de lengua. No había sufrido grandes problemas en su infancia ni tenido que sufrir graves problemas. En los últimos años de su carrera conoció al señor R, estudiante de Ciencias Económicas, joven tímido, que había perdido a su padre siendo niño y al que su madre con esfuerzo había podido criar y dar una educación. Él con esfuerzo trabajaba y estudiaba, con él se casaría tres años después.
Habían podido construirse una pequeña casa, se recibieron, consiguieron trabajos acordes a sus estudios y pretensiones y al cabo de dos años tuvieron su primer hijo: A. Era un bebé vivaz y luego fue un chico vital, sano, que fue adaptándose sin problemas a la vida familiar. Enseguida fue a la guardería, después al jardín de infantes y así continuó con su vida escolar y social, sin dar señales de desajuste.
Cuando A tenía 7 años, se mudaron de casa a una de más valor, pero este cambio de vida los obligó a trabajar más y tener más capacidad de ahorro. En medio de esta situación de esfuerzo en lo económico la señora R queda embarazada, sin haberlo planificado, menos aún soñado. El embarazo es bastante problemático, sufre algunos problemas de salud que la obligan a estar en reposo, se altera el ritmo de vida, no pueden ahorrar tanto, lo que les trae dificultades no sólo económicas sino familiares. Entre medio de estos problemas nace S, otro varón: bello, hermoso, que los hizo felices y al que disfrutaron tratando de no dejarse invadir, por hipotecas, préstamos y apremios de dinero. La señora R comenzó a trabajar en cuanto pudo, a S lo cuidaba la abuela paterna, que rápidamente empezó a alertar a su hijo y a su nuera que ese bebé era tan silencioso como bello, su crecimiento daba muestras de dificultades. Algo no estaba bien. Después de un deambular interminable pos médicos, hospitales y especialistas que sólo cobraban dinerales que no tenían y que debía pedir prestado, decían no saber qué le... (seguirá el viernes que viene)
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