22 enero 2016

La novela de los viernes. Novela resiliente 3.


... Sus padres demasiado preocupados por sus trabajos, las deudas, los tratamientos del hermano, los problemas de salud y otros tantos más no se dan cuenta de su realidad. Se siente solo, está solo, casi todo el día. Ya ni la computadora le sirve, se rompió y no hay internet, sólo cuando encuentra algún peso perdido por la casa va al ciber y chatea un poco con amigos y desconocidos. Es una forma de hablar sin decirse nada o casi nada, por eso también sus amigos son desconocidos.

Al segundo hijo S, las cosas le van un poco mejor: por lo menos, recibe más atención de su madre. Pero llevar adelante su discapacidad no es fácil, va a una escuela pública para casos como los de él. Sus maestras y profesores, todavía tienen su vocación un poco entera. Al menos así es con la mayoría. Lo ayudan, le dan herramientas para aprender y para descubrir caminos para seguir. Tiene sueños, aspiraciones, proyectos, deseos. Quiere ser diseñador industrial, todo el día se la pasa dibujando objetos, máquinas, instrumentos para salvar dificultades como la discapacidad. Inventa, crea. En la escuela también tiene un profesor de educación física que es su referente, constantemente lo estimula, lo felicita, lo corrige, le marca sus errores con firmeza pero con cariño. Con él juegan los viernes a la noche al fútbol en el club del barrio con otros compañeros sordos.

El matrimonio R no logra encontrarse para dialogar, para mirarse a los ojos, perdieron sus tiempos de pareja, parece que hablan idiomas distintos. Sus situaciones individuales colaboran para ello. En lo laboral al señor R las cosas le van aún peor: la empresa en la que trabajaba como contador hizo reducción de personal y de un día para el otro lo convirtió en un desocupado. Meses de búsqueda infructuosa le fueron minando su autoestima y ahora ésta no le servía ni siquiera para mirarse al espejo y no ver a un desquicio humano. No cuenta con ningún apoyo social, por lo menos no lo siente.

La señora R trabaja mañana, tarde y noche en dos escuelas, en las que gracias a su antigüedad había podido acumular casi todos los cursos. Pero en el colegio en el que pasa más horas, es más o menos como el de su hijo A. La directora está con licencia desde hace años, la vicedirectora es una docente con una alta dosis de frustración e incapacidad a la que el sistema había premiado con un cargo jerárquico casi milagrosamente, ya que no puede manejar ni su vida. Sólo con dos o tres compañeras puede compartir sus ideales, casi destruidos. Quiere leer libros que no pude ni comprar, capacitarse, seguir estudiando: quizás una carrera universitaria: pero ¿cuál? ¿cómo? ¿cuándo?.

Así las cosas para la familia R cuando vuelven a aparecer de nuevo en el auto viajando. En este presente, con las fichas en el tablero ubicadas como están, sienten que nos dan más. Y ese punto aunque negativo, es la oportunidad que tiene para dar vuelta la situación, a partir de enfrentarse a ella: definirla, expresarla, darle forma frente a un otro y dentro de sí mismos. Para después instrumentar soluciones para resolverla, mejorarla o aceptarla tal como es para modificarse ellos mismos, recrearse sino se puede cambiar el afuera.

El disparador para aprovechar esta oportunidad es una nueva situación adversa: la señora R tiene un sospechoso bulto en un pecho. Acude a su médica, quien le indica procedimientos de diagnóstico, conversa con ella sobre las causas psicosomáticas del cáncer pero también en otros síntomas que son señales de alarma que el cuerpo da frente a problemas afectivos o emocionales...


(Seguirá el viernes próximo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario